viernes, 13 de junio de 2014

LA COPA Y LAS HIDALGAS LÁGRIMAS DE LA PRESIDENTA DILMA ROUSSEFF


La inauguración de la Copa Mundial de Fútbol Brasil-2014 posibilitó la triste constatación de que la FIFA  y sus normas están colocando al fútbol lejos, muy lejos de los verdaderos aficionados del fútbol.

Las tribunas de la Arena Itaquerão, mostró a personas regiamente vestidas, casi todas con vistosos lentes de marca; señoras mostrando una falsa elegancia salida de grifes cuyos productos son fabricados por gentes que no son de su ralea, que no tienen condiciones de asistir a la Copa; caballeros acompañantes a la altura. Todos juntos, los llegados de varias partes del mundo y sus congéneres brasileños que (se notó hasta por la televisión), ciertamente, no son habituales de las canchas, domingo a domingo.

La Copa del Mundo Brasil-2014 es una especie de Fórmula 1 en el principado de Mónaco. Está hecha para la élite mundial, para los que pueden ser asaltados oficialmente por la FIFA y sus precios abusivos.

Pues esas brasileñas y brasileños son los que silbaron a la presidenta Dilma Rousseff; rechiflaron justamente a quién les dio la posibilidad de mostrar su riqueza en un escenario donde se disputa un deporte popular.

Fustigaron a una mujer que, como primera autoridad, asumió la responsabilidad de organizar un evento, en nombre del país, cuyos hombres no tuvieron la capacidad de calcular pros y contras y que se rindieron a las imposiciones de la FIFA.

Valientemente, Dilma Rousseff estuvo llorando de emoción al oír el Himno Nacional de Brasil, porque solo ella sabe, como ciudadana y no como política, cuánto es dañina la ignorancia de la burguesía.  

Y algunos medios de comunicación brasileños e internacionales (entre ellos bolivianos), que ignoran la realidad de Brasil, ejercen la profesión con una alarmante superficialidad. Esos “enviados especiales” dieron un sospechoso énfasis a los silbidos de una élite que escupe en el plato que come, que tiene mucho dinero pero poca educación.

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