Para el mes de enero de 2016 están marcadas las elecciones en la
Federación Boliviana de Fútbol (FBF).
Elecciones que serán realizadas en los mismos moldes que colocaron a
Carlos Chávez en el cargo mayor del fútbol nacional.
Los electores serán los mismos: presidentes de clubes, representantes de
la Liga y dirigentes de las nueve asociaciones, con el peso y mando que
estatutos arcaicos les confiere.
O sea, elecciones para cambiar absolutamente nada, a no ser el nombre
del presidente.
Para ello fueron los interinos de la FBF hasta la Conmebol, en Asunción,
Paraguay. Para que sus acciones sean reconocidas.
¿Qué acciones de los dirigentes bolivianos son las que requieren
reconocimiento urgente de parte de la Conmebol?
La única, está ligada al recibimiento de dinero proveniente de la
participación de clubes y selección, en torneos internacionales. Nada más que
eso.
Por ese motivo, esas elecciones serán realizadas teniendo en el ambiente
a las mismas personas, a los mismos actores, a los mismos dirigentes, con rarísimas excepciones, que
colocaron y mantuvieron como dueño del fútbol boliviano a Carlos Chávez y Cia.,
con los resultados que todos conocemos.
En el apuro por ocupar espacios y poder, nombres ya aparecieron como
candidatos a la presidencia de la FBF. De esos nombres,
apenas dos son nuevos: Carlos Romero, presidente del Sport Boys y ministro de
Gobierno; y Cesar Salinas, presidente de The Strongest.
Sin entrar en el merito de sus capacidades en la gestión deportiva y que
si esas dos personas cumplen los estatutos de la FBF para presentar sus candidaturas,
hasta ahora no oí de ninguna de ellas, propuestas para los cambios
estructurales que el fútbol boliviano necesita.
Cambios profundos en la forma de administrarlo y generarlo, y eso se conseguirá creando otros estatutos de
la FBF que se adecuen a la nueva Ley del Deporte.
Lo mínimo que aspirantes a candidatos deben tener, son propuestas para
esos cambios, para que sean analizadas, debatidas y aprobadas.
Pero no hay nada de eso, porque lo primordial para todos parece ser
ocupar espacios, ganar poder, aunque para eso sea necesario que los actores sean los mismos que llevaron al fútbol boliviano a su mínima expresión.