Lo que
importa aquí es todo lo que significa la presencia de una chola boliviana manipulando
un instrumento fundamental de un deporte practicado por gente de élite.
Y en un
país en donde algunas manifestaciones
comportamentales rompen tradiciones que no siempre son buenas, la imagen puede
parecer sorprendente.
Debo decir
que en el Club de Golf de La Paz, barrio de Mallasilla (lugar donde fue tomada la
foto) , las personas que cargan los equipos con que los jugadores circulan por sus bonitas y amplias canchas, así como los que cuidan del mantenimiento de las
mismas, bien como las que hacen la limpieza, en fin, los empleados y empleadas, son de origen humilde, casi siempre familiares de originarios de la región.
Todos ellos, de tanto convivir con ese deporte, se animan a darle sus “tacaditas” en sus
ratos libres.
Y la imagen
lo dice todo: simetría correcta, movimiento corporal perfecto para dar el golpe y ojos
bien abiertos para ver a dónde va la pelota.
La pollera, las mankanchas y las pichicas en perfecta sintonía rítmica que juegan con el paisaje y se mueven al ritmo del viento.
Algunos preconceptuosos de turno
intentaron comparar, despectivamente, a esa bella mujer boliviana con Tiger Woods, sin saber, creo, que Tiger Woods, un
norteamericano negro y pobre, comenzó también como cargador de bolsas de
adinerados gringos, y supo superar los preconceptos raciales en su época
coronándose multicampeón.