Ciclón jugó de igual a igual
con Bolívar; dividió la pose de balón; creó muchas ocasiones de gol, igual que
Bolívar; marcó bien en el medio sector; igual que Bolívar; tuvo ocho jugadas
concluidas contra diez de Bolívar; su arquero fue el destaque, igual que el de
Bolívar. La única diferencia, y por lo tanto lo que le dio la victoria, es que
marcó el gol, el único, el de la victoria.
Un gol que debe ser
analizado por la defensa bolivarista, análisis que debe llegar a la conclusión
de que dentro del área grande, no es ninguna vergüenza despachar el balón de
cualquier forma, para alejar el peligro.
Y cuando uno habla de
peligro en el fútbol, lo primero que debe hacerse es alejarlo aunque para eso
sea necesario mandar el balón para las graderías.
Los detalles son que en una
misma jugada, Bolívar tuvo dos ocasiones
de mandar el balón fuera de la cancha: la primera, Rodriguez intentó cubrir con
el cuerpo y esperar que la pelota salga, pero Ovando fue más rápido y con la
punta del pie izquierdo la envió al medio del área, creando la segunda opción
de despeje, pero el zaguero bolivarista, Cabrera, prefirió intentar el dominio;
en ese intento, Ríos fue más rápido, le ganó en el choque hombro a hombro,
dominó, dejó en el suelo a Rodriguez, aún tuvo tiempo de gambetear al arquero y
marcar el gol definitivo.
Ciclón aprovechó muy bien las dos fallas de la defensa bolivarista, en una misma jugada, para llevarse tres puntos y colocar más emoción en el torneo.
Con relación a la polémica jugada, después del disparo de Arrascaita, el
árbitro hizo lo correcto, pues la escena demuestra la posición muy difícil,
tanto del árbitro cuanto del auxiliar, para tomar una decisión respecto a que
si el balón entró o no entró, si fue gol o no fue gol.
La regla es clara en ese sentido y dice que los árbitros no deben marcar ninguna jugada en la que tengan duda.
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