Con apenas un sonido, el sonido
decisivo del silbato, un árbitro boliviano marcó un penal y validó un gol, al
mismo tiempo, resolviendo un partido de fútbol.
Casi decidiendo un
campeonato.
Es la arbitrariedad mayor
cometida dentro de una cancha.
En 10 segundos, quedó
reflejada la precaria situación educacional del arbitraje boliviano.
Profesionales mal preparados,
casi ignorantes de las reglas que deben guiar su labor.
¿Culpa de ellos, los
árbitros? Creo que no.
La culpa es de quien acepta y aprueba que personas incapaces ejerzan actividades que requieren lo máximo en
preparación, intelectual y física.
Y que sean equilibradas en
el momento preciso de implementar justicia.
A propósito, el referido
partido fue Sport Boys 1 vs. Real Potosí 0.
¿El nombre del árbitro? Es
lo de menos en este caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario