Cada vez que me pongo a comentar a través de la radio un juego por la Liga del Fútbol Profesional Boliviano, me pregunto si debo ser exigente con los jugadores que se encuentran en cancha.
Algunas veces llegué a preguntarme si esos atletas están concentrados para el compromiso o si tienen otro tipo de preocupaciones que los lleva muy lejos del gramado.
¿Será que almorzaron? Llegué a preguntarme cierta vez, después de haber acompañado las declaraciones de jugadores de un club, cuanto al incumplimiento de sus sueldos.
¿Cuántos de los que están disputando el partido tendrán, por ejemplo, problemas dentarios? Fue otro de mis cuestionamientos en el intermedio de mis comentarios.
Confieso que a veces no me siento a voluntad para criticar a éste o aquél jugador, sabiendo que ese ser humano tiene el pensamiento lejos de la cancha.
Así siendo, pienso que los jugadores que disputan los torneos de fútbol en Bolivia no están en el nivel profesional exigido para contiendas internacionales.
Y los resultados son vistos dentro de las canchas, ya sea cuando les toca jugar a los clubes o a la selección mayor.
Caramba, me digo, ¿como puedo analizar con el mismo criterio a un Boca Jrs y Bolívar, por ejemplo?
Recuerdo que hace unas semanas que pasó, el club argentino ofreció “apenas” 9 millones de dólares por el pase de Riquelme y el Villarreal de España no aceptó.
El precio del pase de Riquelme, pagaría el sueldo de todos los jugadores de la Liga boliviana, más sus entrenadores, preparadores físicos, médicos y utileros, durante tres años.
Ese cuadro nos lleva a la conclusión de que, cuando enfrentamos a un rival del exterior, nuestros jugadores son “puritito corazón”.
Están en completa desventaja y forman parte de una inmensidad de personas que no llegarán al selecto grupo de mortales cuya única preocupación es jugar al fútbol.
Pero, ojo, el problema no es propio de Bolivia; con excepción de algunos grandes clubes de los países sudamericanos, por esa situación pasa el 90 por ciento de hombres que se gana la vida pateando pelota.
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