OCTAVOS DE FINAL
Fueron 118 minutos de un fútbol deslucido, poco inspirado.
Porque Argentina fue siempre superior a Suiza en la
pose de balón. Nada más.
Fútbol feo el presentado por los argentinos. Buscando
atropellar en lugar de entrar con atributos, como es su característica.
Y los rojos jamás justificaron siquiera el llegar al
alargue, porque simplemente fueron inoperantes en el ataque.
Y equipo que no ataca, no puede aspirar a victorias, a
no ser por acaso.
Y en esas circunstancias, las emociones, por esas
cosas que solo el fútbol puede proporcionar, quedaron justamente para los
últimos cinco minutos del partido.
El recuperar un balón por Messi en el medio sector y
la entrega limpiecita para Di María, después de correr 25 metros, significó la
jugada más importante del partido. Nada más que eso: 1 x 0.
Cuando todos esperaban que los suizos entregasen el
juego, por cansancio o por incapacidad, decidieron despertar y llevar zozobra a
la defensa de los argentinos colocando un balón en el poste izquierdo de Romero
y aún conseguir un tiro libre a segundos del final.
Pero, torneos rápidos, con fecha marcada para terminar,
donde no se puede vacilar y mucho menos conceder, los goles son los que valen.
Y Argentina solo justificó su clasificación por lo que
hizo a los 13 del segundo tiempo del complemento.
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