LA COPA Y LAS DECISIONES
Dos estilos de juego, debido a dos entrenadores
completamente diferentes.
Luiz Felipe Scolari, cauteloso, práctico y de fútbol
de resultados.
José Pekerman, cauteloso, práctico y de fútbol
osado.
Pero ambos, con un solo objetivo: la victoria.
En Brasil, Scolari podría conformar tres selecciones
nacionales, posiblemente con la misma potencialidad y característica. Lo
difícil es conformar una solo selección teniendo que dejar otras dos
selecciones en casa, con la consecuente obligación de parte de los escogidos,
de justificar su presencia.
En Colombia, la selección está en la boca de todos sus
ciudadanos. No hay muchas alternativas a no ser en algunos nombres y posiciones.
En Brasil, dos obligaciones hacen multiplicar las
presiones externas e internas: La de no repetir otro Maracanazo antes de la
final y más, para borrar la mácula del ´50, obligación de ser campeón en casa;
por otro lado, que Neymar, su estrella, confirme su fama.
En Colombia, no existe ninguna obligación, por lo
tanto, ninguna presión: Su mayor estrella, Radamel Falcão, se quedó en casa,
lesionado. Si pierde, habrá perdido para el pentacampeón mundial y dueño de
casa; si vence, habrá vencido al pentacampeón mundial y dueño de casa.
En esas circunstancias psicológicas, el favorito se
torna Colombia, porque todo lo conseguido hasta ahora es positivo, como nunca
lo hizo en anteriores copas del mundo: Cien por ciento de aprovechamiento, cuatro
juegos, cuatro victorias, 12 puntos, 11 goles a favor, 2 contra. Además tiene
en sus filas a la revelación del torneo, James Rodriguez, que es, al mismo
tiempo, el goleador con 5 tantos.
Al contrario de Brasil, que llega al encuentro con
cuatro juegos, dos victorias, dos empates, 8 puntos, 8 goles a favor, 3 en
contra. Y a Neymar aún, de cierta forma, apagado.
Pero, en el fútbol, existen, sobre todo, los seres
humanos. En este caso, vestidos de futbolistas.
Por todo ello, el juego entre Brasil y Colombia deberá definirse en componentes que pasan por las habilidades, la técnica y los sistemas tácticos, pero, principalmente, por la administración circunstancial de las emociones.
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