Esta noche, frente al Lanús, en Buenos Aires, lo más
importante no es que Bolívar repita el mismo equipo o que juegue igual que lo
hizo en Brasil o en México. Lo substancial es que repita su comportamiento en
el sentido de evitar los triunfalismos anticipados.
Y acá repito una de mis frasecitas preferidas: “Un
partido solo acaba cuando termina” o “un torneo solo acaba cuando concluye”, si
prefieren.
Para muchos, Bolívar es Bolivia.
Pues bien, si Bolívar es Bolivia, debemos estar
conscientes de nuestras limitaciones futbolísticas y saber respetar al
adversario, porque, si seguimos esa frase cargada de patrioterismo (con la que no concuerdo), debemos decir que Lanús es
Argentina. Y ahí, futbolísticamente, las cosas pueden ser difíciles.
Lejos de cualquier equívoco en afirmar que el fútbol bolivarista es la "patria vistiendo pantalones cortos y zapatos de fútbol", creo que el camino andado hasta acá por Bolívar, y que
le permitió llegar a las actuales instancias, se debe justamente a su capacidad
de aprovechar sus propias fuerzas, pero, sobre todo, beneficiarse de las deficiencias
adversarias. Y eso también tiene merito.
Después de mucho tiempo, veo a un equipo nacional
colmado de hombres casi de la misma talla técnica, lo que permite a sus
entrenadores darse el lujo de colocar en el banco a jugadores como Lizio, Cardozo
y Arrascaita que, en cualquier equipo de nuestro fútbol, serían titulares
absolutos.
No le dieron tiempo a Vladimir Soria y Xavier Azkargorta,
canchero, está sabiendo aprovechar las circunstancias.
En buena hora para Bolívar.
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