sábado, 8 de marzo de 2014

FUI VER A BOLÍVAR Y ME CONCONTRÉ CON CHORIZOS Y PUCACAPAS


Hace tiempo no salía de mi casa para ir al estadio Siles, de La Paz, por la noche.

Me animé porque quería escribir sobre la Academia, para conmemorar el texto nº 1.000 de este blog.

Atrasadito, pero fui. Llegué a los dos minutos de comenzada la cita.

Tenía curiosidad de ver a Bolívar en cancha, sobre todo después de los episodios de las últimas horas, que redundaron en la salida de Vladimir Soria de la dirección Técnica.

Ya que voy a ir, me voy a internar en el medio de la hinchada bolivarista, dije, cuando me dirigía a Miraflores. Y así fue: pagué mi entrada a la curva norte, 25 bolivianos; de inmediato, un sandwich de chorizo, 10 lucas; en el intervalo, dos pucacapas, 6 bolivianitos;  y un café, 4 morlacos. Al final, mi aventura me costó 45 bolivianos, o en dólares, 6,50.

Barato, dirán los que me leen en el exterior; estás loco, me dirán los que me dan el gusto de su lectura en territorio nacional. Mi mujer me daría una bronca, si le cuento que gasté todo eso y que abandoné el estadio a los 30 minutos del segundo tiempo.

Es verdad, Bolívar ganaba 2 a 0 (Ferreira y Lizio en la primera etapa) a un Aurora que me mostró porque está yéndose a la segunda división, y no aguanté el partido. En realidad era un partidito, con derecho a penal perdido incluido (Callejón en el segundo periodo), que se jugaba en el medio sector, donde los locales hacían gala de su tradicional pichanguita, con jugaditas de pases de máximo 10 metros de distancia.

Desistí.

Ya en el auto, rumbo a mi residencia, pude oír el relato de mi amigo Pablo Loza a quien le oí cantar el tercer gol de Bolívar, por medio de Ferreira, de balón parado.

Pude oír también la silbatina de la exigente hinchada bolivarista que no perdonaba la falta de interés de su equipo. Y no olvidaba que Cardozo había botado la camisa en un juego anterior.

Caramba, dije, pensando, ya volante en mano, si ese es el fútbol que Bolívar  está preparando para enfrentar al Flamengo, por la Libertadores, en pleno Maracaná, la próxima semana, no dudo de que Marcelo Claure deberá gastar unos buenos dólares extras, para pagar el exceso de equipaje al retorno. Los goles también pesan.


De algo me sirvió mi excursión al estadio miraflorino. Me convencí que el problema del equipo de Bolívar no es entrenador. Son los jugadores. Muchos con las mismas características, con poca fuerza para el choque, para la disputa; eso impide que la Academia imponga su buena calidad técnica individual.

Y, ahora me  día cuenta también, que les falta un líder dentro de la cancha, que sea la voz del entrenador dentro de las cuatro líneas.

Los dos capitanes no tienen perfil para ello: A Ferreira, goleador y buena persona, mal le deben oír sus compañeros y siquiera gesticula, le falta voz de mando. Flores, el otro capitán, se hace oír a golpes, a  golpes en los adversarios, y en lugar de tener carácter con sus compañeros, tiene temperamento con los árbitros, le falta inteligencia para ejercer el cargo. Por eso la mitad del campeonato se la pasa suspendido.

En resumen, Bolívar aún no es un equipo, es un grupo de buenos jugadores.


No pensaba, pero acabé conmemorando las mil publicaciones del Blog, escribiendo sobre Sandwich de chorizo y pucacapas. Nada mal, si tomamos en cuenta que esos dos productos forman parte de la historia misma de la gastronomía y del fútbol bolivianos. 

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