Carrizo marcó y festejó el gol de un empate construido a partir de los equívocos en Bolívar. |
Cuándo a los 18 minutos del
segundo tiempo vi que Walter Flores era llamado para entrar, confirmé que el entrenador
de Bolívar, Insúa, entregaría el ritmo del partido al Boca de Schelotto,
porque dejaría el campo de juego Cardozo, un movedizo armador ofensivo y entraría un especialista en la destrucción.
En lugar de preocuparse con
la marca como en todo el primer tiempo, Boca pasaría ser el equipo marcado,
pensé en mi íntimo.
Así, en vez de continuar
atacando para evitar el crecimiento del equipo argentino, Bolívar pasó a trabajar como local, con la ultra pasada fórmula de jugar con dos volantes defensivos.
Insúa, quería garantizar el resultado del partido, pero dio inicio al desastre.
Boca creció más
de lo pensado, pues, a la inoperancia del delantero Borghello, se sumó el
cerrojo que encontraron Saavedra y Capdevilla, por las bandas y Callejón por el
medio que, bien marcados, no tuvieron la libertad del primer tiempo para crear,
apoyar y concluir las jugadas, como la del golazo celeste, marcado por Saavedra,
a los 27´.
Para finiquitar el asunto, Insúa,
intentando solucionar el equívoco, se equivocó nuevamente, con la salida de
Arce para el ingreso de Cellerino y, antes, con la entrada de Ferreira en lugar
de Borghello. Esos cambios, quitaron todo sentido de rotación y movilidad al
equipo celeste.
“La mejor defensa es el
ataque”, escribió alguien, sabiamente.
Lectura de juego se llama
eso.
A Rubén Darío Insúa, el
entrenador de Bolívar, que se olvidó de encender la luz, pero que ya
conmemoraba un triunfo sufrido, le llegó el castigo a los 3 minutos de
descuento, cuando de tiro libre, Federico Carrizo marcó el gol del empate, después de una búsqueda canchera de falta, por parte de Tevez, cerca del área grande bolivarista.
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