Como buen uruguayo, el presidente Mujica gusta de fútbol. |
La FIFA y la Conmebol quieren al fútbol
uruguayo dentro de la cancha, porque necesitan de su prestigio y de su historia
futbolística.
La Conmebol, al suspender a ese país sudamericano “de varios de sus
principales derechos”, es como decirle: puede jugar, pero no hablar. Patético.
En realidad, la Conmebol encontró, con esa medida, una forma de mandar
una respuesta al presidente José Mujica que, con todo derecho y razón, ordenó
que la policía no entre a los estadios uruguayos, pues las hinchadas son
extremadamente violentas.
El presidente Mujica apenas respondió a la soberbia de la FIFA, que no
deja que los gobiernos se inmiscuyan en sus asuntos.
¡Ora bolas! ¿Las hinchadas deben ser controladas por quién o por qué
entidades¿
Por las federaciones de fútbol y sus afiliadas, ¡claro!
Pues el fútbol es una actividad pública, pero privada y, como tal, debe
cuidar de la seguridad de su público que paga para asistir a sus eventos.
Lo más importante, es que el presidente uruguayo no está solo en esa
batalla contra el poder de la FIFA y de la Conmebol, ya que siete clubes uruguayos,
entre ellos Peñarol y Nacional, los más populares del país, denunciaron a la Conmebol
por malos manejos referentes a los derechos televisivos referentes a torneos
internacionales como la Libertadores y la Sudamericana.
Y no olvidemos, el actual presidente de la Conmebol es el uruguayo
Eugenio Figueredo, investigado por esos malos manejos, pese a que los clubes
hayan retirado la denuncia.
Coincidencia o no, recordemos que el presidente boliviano, Evo Morales, pidió públicamente el cambio de los dirigentes de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF); la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se recusa a reunirse con el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), pese a la proximidad de la Copa Mundial; y la presidenta de Argentina, Cristina Kitchner, siquiera evita aparecer junto a Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol argentino (AFA).
Coincidencia o no, recordemos que el presidente boliviano, Evo Morales, pidió públicamente el cambio de los dirigentes de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF); la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se recusa a reunirse con el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), pese a la proximidad de la Copa Mundial; y la presidenta de Argentina, Cristina Kitchner, siquiera evita aparecer junto a Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol argentino (AFA).
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