Durante el cotejo en el que el Atlético Madrid de Simeone
despachó al Barcelona de Murtino de la Champions Ligue, el jugador Neymar entró en cancha preocupado no solo en jugar fútbol.
Se preocupó, también, en vender, vender y ganar dinero con su ropa interior.
Por cinco veces, durante los 90 minutos de juego, bajó el pantalón de fútbol para mostrar,
premeditadamente, la marca de sus
calzoncillos, con cuya empresa fabricante mantiene un contrato millonario.
Se trata de una (de muchas) manera sutil, utilizada por
deportistas, para fortalecer sus cuentas bancarias. Otros, por ejemplo,
festejan sus goles junto a una determinada valla publicitaria, de empresas que les pagan por
ello.
Es comprensible, si se tratara de futbolistas pobres (de los miles que existen), pero
no en el caso de Neymar; porque el joven futbolista (22 años) revelado en el Santos
FC – el mismo de Pelé – con lo que ganó hasta ahora, ya tiene garantizada una
vida tranquila para sus papás y toda su familia, su único hijo y los que vendrá
a engendrar, por el resto de sus días.
El episodio de los calzoncillos del astro brasileño, demuestra que para el Neymar padre no
hay límites; éste, que también es su representante, se encuentra
enceguecido por el dinero que Neymar hijo puede generar, inclusive durmiendo.
Los Neymar están perdiendo el rumbo, como el equipo del Barcelona
dentro de la cancha.
No bastó la nebulosa historia en la transferencia del
10 de la selección brasileña y del Santos FC al Barcelona FC, que redundó en la
renuncia del presidente del club Catalán y en un gravísimo problema, aún no
resuelto, con el fisco español.
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