Bolívar tiene el cuchillo en la mano y una sabrosa
torta encima de la mesa.
Y muchísimos invitados para la fiesta.
Lo que se hace necesario es saber cortarla para que alcance a todos.
Pero como en toda fiesta, existen los que no son
precisamente invitados, más bien, son coparticipes, forman parte de la fiesta
con posibilidades de al final, inclusive, adueñarse de la misma.
Es un León que desea rugir en jaula ajena.
¿Cómo domar a la fiera? Con cariño creo yo.
Transitando con tranquilidad, sin nerviosismo, con
mucha concentración. Dictando siempre el ritmo.
Pero todo cuidado es poco.
Pero todo cuidado es poco.
Bolívar debe ser el dueño de la música y para ello,
tocar y tocar, con cadencia, y decidir el momento preciso para terminar la
melodía y determinar la conclusión de la reunión.
Para que todo corra de forma tranquila, sin embargo,
será necesario que los asistentes a la festividad colaboren y no descompasen el
ritmo, alentando y participando con alegría.
Y que al final, todos retornen a sus residencias, sabiendo
que la fiesta continuará en los cuartos…de final.
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