¿En cuál de
estos fundamentos está fallando Bolívar?
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Las emociones son las mismas en una final
de Copa del Mundo, de una Champions, de una Libertadores o en la Liga del Fútbol
Profesional Boliviano. Esa es la magia del fútbol; por eso existen los equipos
y las selecciones; y para sentir sensaciones existe la hinchada.
Nada como sentir la emoción de ser
campeón.
Hasta nosotros que vivimos escribiendo
sobre el fútbol, sentimos los efectos emotivos del fútbol, pero, felizmente,
esos efectos son diferentes, porque tenemos la libertad (y la obligación) de no
contagiarnos ni dejarnos envolver por los momentos conmovedores o inquietantes,
como los que vivió la afición bolivarista, el último domingo, cuando vio a su
equipo alcanzar la victoria en los minutos finales frente a Blooming.
¿Necesitaba el equipo celeste hacer
sufrir a su hinchada? Claro que no.
Entonces, ¿qué sucedió?
Sucedió que más tarde The Strongest
entraría en cancha en Santa Cruz de la Sierra contra un equipo juvenil.
Y ese factor desnudó una deficiencia
poco advertida en un equipo que solía tener en la personalidad una de sus
virtudes. Sí, Bolívar demostró emociones perturbadas; sabía que el empate
colocaría en peligro su condición de puntero y candidato al título. Siquiera el
hecho de tener un hombre más en cancha desde los 30 minutos del primer tiempo, colocó
en orden la cabeza celeste.
Careció de tranquilidad para cruzar
el puente sin sobresaltos y alcanzar su objetivo, vencer. Se nota que al equipo
celeste de La Paz le falta estructura para soportar la presión, la presión de
su propia hinchada. La presión de las circunstancias, porque el rival de
Bolívar no era Blooming, era el contexto que colocaba a su tradicional rival, el
Tigre, como su mayor amenaza.
El fútbol es sabroso sí, sentir el
gusto de ser campeón es inigualable, pero para ello es necesario ser el mejor dentro
del campo y fuera de él. Y en el fútbol ser vencedor significa, también, tener
estructura emocional.
Nada más oportuna esta mi frasecita:
En el fútbol, un partido solo termina,
cuando acaba.
Cambiando una palabra, podríamos
afirmar: en el fútbol, un campeonato solo termina cuando acaba.
Entonces me animo a escribir que Bolívar
tiene todo para ser campeón, desde que juegue su último compromiso con el balón
en el piso, pero, sobre todo, con las emociones controladas.
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