Solo la pésima campaña de la selección boliviana en las últimas eliminatorias, le afectó más que el momento actual. |
Uno de los destaques del fútbol brasileño de 2014, el boliviano Marcelo Martins
Moreno, está viviendo un fin de año de dudas, situación que, ciertamente,
no merecía.
Y todo porque, económicamente, el fútbol, justamente en Brasil, “el país
del fútbol”, se encuentra totalmente inflado y fuera de la realidad, al igual
que el de todos los países en Sudamérica, inclusive Bolivia.
Cruzeiro, que como todos los clubes brasileños tiene sus problemas económicos, no tuvo dinero para quedarse con el boliviano y lo devolvió al Gremio.
Y para quedarse en el Gremio, Marcelo Martins Moreno, que gana 500 mil
reales por mes (190 mil dólares), necesita esperar que el argentino Barcos, que
gana 700 mil reales por mes (260 mil dólares) sea vendido.
O al contrario, que aparezca algún club, con los 5 millones de euros que Cruzeiro no tuvo, y se
lleve al boliviano.
Los dos futbolistas no se quedarán en el Gremio porque el club no tiene
cómo pagar el sueldo de ambos y, en esa circunstancia, Martins Moreno lleva
desventaja porque Barcos tiene contrato firmado hasta 2015.
Capitalismo salvaje
Actividad capitalista por excelencia, el fútbol, hoy, solamente promueve
ganancias ciertas y seguras a quienes viven en torno de la “industria del
entretenimiento”, entiéndase fabricantes de implementos deportivos y
congéneres, aliados a los medios de comunicación, por medio del marketing
deportivo.
Hasta el periodismo deportivo entró en ese negocio, desconociendo o
ignorando las fronteras que debe haber con el marketing, lo que es, sin duda,
un peligro, porque cada vez más convergen, colocando en duda su
credibilidad.
Son cosas de la globalización.
Globalización que es aprovechada por malos dirigentes que dejan cada vez
más pobres a los clubes y más gordas sus cuentas bancarias personales.
Esa práctica hizo con que la actividad económica en torno al fútbol sea
peligrosamente irreal, irrealidad alimentada por empresarios (entiéndase
representantes) que saben que cuanto más alto sea el contrato de los jugadores,
mayores serán sus propios lucros y de sus aliados, los dirigentes, por medio de
suculentas comisiones provenientes de la comercialización de los derechos de
pases.
Siempre dijimos que la realidad del fútbol de un país, es el reflejo de
la economía de ese país.
En Brasil, según informe del “Instituto Brasileiro de Geografía e
Estatística” (IBGE) los 10% más ricos de la población, detienen el 41.7% de la
totalidad de la renta per capita.
Esas cifras representan, más o menos, la realidad salarial de todos los
futbolistas brasileños en actividad en el país. O sea, hay más futbolistas pobres
y poquísimos millonarios.
A eso se suma el hecho de que muchos grandes jugadores están retornando al
país, después de perder espacio en Europa; al volver, dichos cuyos piden
salarios altos y los dirigentes, irresponsables, aceptan, desequilibrando las finanzas de los clubes,
pero, reforzando la de los empresarios y dirigentes.
Atrás de esa práctica irreal, quedan las deudas y compromisos no
cumplidos por los clubes, que los nuevos dirigentes que asumen intentan
resolver pero, para ello, hacen lo mismo que los anteriores, aumentar esas
pendencias.
Una verdadera bola de nieve, bola esa cuyo tamaño es mayor a cualquier
campo de juego.
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