sábado, 31 de octubre de 2015

EL FÚTBOL BOLIVIANO, SU DEPENDENCIA Y FALTA DE VERGÜENZA


Está constatado que la FIFA y la Conmebol son casas bandidas que administran el fútbol mundial y sudamericano.

Naturalmente, las federaciones y asociaciones afiliadas, siguen el ejemplo mayor.

El fútbol boliviano, donde ya no existe vergüenza alguna, no se salva.

Desde atrás de las rejas y desde los escritorios de Asunción y Zurich, los que manejaron esas dos instituciones continúan dictando las reglas.

Los otrora poderosos, de la Conmebol: Figueredo (Uruguay), Del Nero (Brasil), Marín (Brasil) y Chavez (Bolivia). Con execpción del segundo, que tiene temor a salir de Brasil por temor a ser detenido, todos están presos.
Continúan protegiéndose.

En Bolivia no debe sorprendernos, siempre fue así, y fueron poquísimos los periodistas y medios que tuvieron coraje de señalar esas atrocidades.

Como ya no se puede esconder nada, hasta los que sabiendo y se callaron a su tiempo, por intereses económicos, hoy acusan y echan el grito al cielo, en una actitud falsa e hipócrita.

Con la resalva de que xcepciones ciertamente deben existir, Carlos Chávez, y otros que ocuparon el cargo de presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) antes de él, así como los que se beneficiaron directa e indirectamente en esas administraciones por trabajar en su entorno, son responsables por  la pobreza absoluta del fútbol nacional. 

Porque está comprobado que el fútbol boliviano es absolutamente dependiente de esa organización internacional, que desde la cárcel de Palmasola aún ofrece autorizar para que dineros sean enviados a los clubes, en una actitud de completa cara dura y desfachatez.

Lo peor y más humillante para los clubes bolivianos, que no tienen recursos para funcionar, saben que la limosna bandida ofrecida, proviene de la participación en torneos como la Libertadores y Sudamericana. Es un dinero legítimamente ganado.  

Porque los clubes bolivianos ya no juegan torneos para tener la honra de ser campeón. Lo que disputan ahora, es la posibilidad de clasificar a un torneo internacional para sobrevivir con el dinero proveniente de ello.

Sin esos dineros, el fútbol boliviano no se sostiene, porque las recaudaciones de los torneos nacionales no son suficientes y los recursos de los derechos de televisación de torneos que ni se jugaron, ya se los gastaron.

O sea, el fútbol boliviano está prisionero de una organización mafiosa que aún sobrevive en las casas de detención.


Y gracias a esas reglas dictadas por esa organización que existe hace muchos años, los únicos que siempre se dieron, aún se dan bien y ganan mucho dinero, son los que venden y compran, los mercaderes que ya no saben qué papel representan: dirigentes, empresarios, periodistas o locutores. Rarísimas son las excepciones.

En el “mundo boliviano del fútbol” hoy, no se sabe si quien habla con dirigentes y jugadores lo hace en la condición de periodista o de empresario.

Y en esa relación nauseabunda, antes que la noticia, lo que parece interesar es demostrar “al aire” y públicamente, el poder que sentimos con la relación íntima entre periodistas y entrevistados, con palabras  que van desde “querido”, “estimado”, o simplemente diciendo los nombres en el diminutivo.

Lo que menos importa es el oyente, el tele espectador, el hincha.

Lamentablemente, en esa falta de vergüenza  toda, el único que sale derrotado es el fútbol e, irónicamente, los únicos que no salen de la pobreza son los actores principales del circo: futbolistas y árbitros.  

Y todavía nos damos la libertad de mezclar ese fútbol con civismo, patriotismo y mística.

Una pena.

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