Carlos Chávez tiene aún mucho que hablar e indicar. |
Una actitud corajosa, si
tomamos en cuenta que muchos dirigentes le deben favores a Chávez, al igual que
los presidentes de la Asociación Nacional de Fútbol (ANF) que deseaban boicotear
el Congreso de la Federación Boliviana de Fútbol, ciertamente recordados por
Chávez, desde la prisión, de que en un pasado muy reciente, fueron muy amigos.
Con la caída de Chávez, el
presidente de la Liga y vicepresidente de la FBF, Marco Ortega, asumirá la
presidencia de la entidad de forma interina, con el compromiso de convocar a un Congreso
Ordinario, a realizarse en el plazo de 40 días, para elegir un nuevo
presidente.
Es una salida encontrada,
pero no la definitiva, porque el problema mayor del fútbol boliviano no era solo
y precisamente Carlos Chávez.
El inconveniente principal
es la cultura que permite actos y acciones que practicados hace tanto tiempo,
parecen, hoy, normales, y están arraigados en los usos y costumbres del deporte
nacional.
Si los dirigentes que se
encuentran reunidos en Cochabamba, no tienen capacidad para solucionar
los problemas del fútbol boliviano en el Congreso Ordinario a realizarse en 40
días, sería mejor que, en común acuerdo con el Ministerio de Deportes, indiquen
un interventor, completamente alejado a clubes y a la política partidaria, para
que forme un grupo de personas remuneradas, grupo ese que, sin presiones,
reorganice la vida del balompié nacional,
a través de ajustes en la Ley del Deporte, sin cuya vigencia difícilmente el
fútbol boliviano saldrá del fondo del pozo.
El fútbol boliviano es de
interés público y no de intereses personales o de grupos.
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