Construir una relación solida entre jugadores y entrenadores, es el primer paso para la victoria. (Foto: diez.bo). |
Nuevamente, las
circunstancias del fútbol boliviano colocan a Bolívar como candidato a realizar cambios.
Ser un equipo administrado
de forma empresarial, con dirigentes remunerados, fue el primer paso que, a su
tiempo, pareció incorrecto.
El segundo, la Academia puede
darlo de inmediato, al anunciar la permanencia de Eduardo Villegas en la
institución, lo que significaría una mudanza comportamental sustancial en el fútbol
boliviano.
Todos acompañamos y
envidiamos los avances significativos que a partir éste Siglo experimentó el
fútbol europeo. En ese balompié, literalmente, dispensar los servicios de un
entrenador como medida de solución inmediata de problemas, pasó a ser una
actitud administrativamente incorrecta.
Nuestro atraso futbolero, en
Bolivia en particular y en Sudamérica en general, nos permite pensar aún en
rescindir el contrato de los entrenadores, al inicio de los torneos, cosa
impensable en sociedades avanzadas, por el simple hecho de que esos cambios
prematuros conllevan gastos importantes de recursos, aparte de la pérdida de
tiempo (calendario) que significa el recomenzar todo de nuevo.
Además porque, inclusive, tomando
en cuenta el lado puramente sociológico del fútbol, para construir una relación
sólida entre el entrenador y los futbolistas, importante para alcanzar victorias, se
requiere vivir permanentemente acompañado de trastornos importantes, sobre todo
cuando de administrar egos e individualidades se trata.
Dirigentes inteligentes, contratan
entrenadores, llevando en cuenta los valores humanos y las conquistas alcanzadas
en su trayectoria, y siquiera toman en calculan el resultado negativo de uno o
dos partidos.
Los dirigentes de Bolívar
tienen la gran oportunidad de dar un paso gigantesco y demostrar que realmente
desean el cambio de mentalidad en el fútbol boliviano, manteniendo en el cargo a Eduardo Villegas, aunque
el equipo no alcance la clasificación en la Copa Sudamericana.
Es propio de las hinchadas pasionales
exigir victorias y conquistas de sus equipos; están en su derecho, sobre todo
los aficionados que van a los estadios y pagan sus entradas.
Pero, de una vez por todas,
los dirigentes deben ser cada vez más dirigentes gestores y actuar con la razón
y no por simple pasión.
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