¿Al entrenador? ¿A los jugadores? ¿A los dirigentes? ¿A los de siempre?
Creo que todos, absolutamente todos los bolivianos, debemos hacer una
autocrítica y asumir nuestras responsabilidades.
El 0 a 7 frente a la Argentina no debe sorprendernos, es la distancia
exacta que separa al fútbol boliviano del que se practica en el mundo afuera,
dentro y fuera de la cancha.
Es la realidad que por muchos motivos en Bolivia no deseamos reconocer.
Porque no tenemos el valor de asumir nuestros equívocos.
El fútbol boliviano está compuesto por intereses personales o de grupos
y no colectivos, públicos.
Por esos intereses, disimulamos y hacemos de cuenta que tenemos un
fútbol profesional y no es así.
Estamos de ojo en el botín económico que el pobre balompié nacional representa.
Como siempre, más interesados en la compra y venta y en el acumulo de riqueza.
No somos sinceros y reconocer que nos preocupa la derrota de la
selección boliviana o de los equipos nacionales en torneos internacionales,
porque afecta directamente nuestros intereses económicos y nos enceguecemos
cuando, de vez en cuando, alcanzamos resultados positivos.
Con una victoria, nos creemos los mejores, con una derrota, los peores.
Así de simple.
Una cultura absolutamente simplista y vergonzosa.
Practicada inclusive en los medios de comunicación.
Cuando el problema es otro.
Porque todos, absolutamente todos los que estamos envueltos con el deporte
boliviano, en todas las esferas, somos el resultado de una educación deportiva errada,
una práctica equivocada.
Comenzaremos a cambiar, a mejorar, a avanzar, cuando aprendamos a
reconocer nuestra realidad, nuestras falencias y limitaciones.
La humildad no es de cobardes, es de inteligentes y de valientes.
Y la inteligencia se la cultiva con educación.
Y la educación es el inicio de todas las conquistas.
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