"El fútbol es bello, es una de las actividades humanas más democráticas que existe. Pocas reglas, claras, con derechos y obligaciones para todos." (Mario Vargas Llosa - Premio Nobel de Literatura).
Me preguntaba si un escritor como Llosa tendría más escritos sobre el fútbol y me puse a pesquisar. La procura dio frutos: encontré una crónica escrita por el peruano, el 22 de noviembre de 2010, para el periódico El Comércio de Lima.
El texto expone a un Mario Vargas Llosa amante de las crónicas del fútbol y aconseja que los jóvenes las lean.
Mario Vargas Llosa
y su elogio a la crítica de fútbol
"En esta nueva entrega, el escriitor peruano destaca
el aporte de la prensa futbolística a la creación de mitos en el mundo
contemporáneo y cómo esta ha terminado enriqueciendo la literatura de
ficción."
Por Mario Vargas Llosa
"Aunque nunca
fui un gran entusiasta de sus teorías literarias, siempre recuerdo un cursillo
que le oí a Roland Barthes, en los cursos de tercer ciclo de La Sorbona, a
comienzos de los años sesenta, sobre el lenguaje de la moda. El ensayista
francés llevaba a las clases las revistas de moda más populares –“Elle”,
“Vogal", Vogue”, “Marie Claire”– y sometía sus textos a un análisis
brillante e incisivo.
Sus explicaciones mostraban de manera convincente que
la crítica de (sobre) modas tiene muy poco que ver con la realidad que,
supuestamente, describe con palabras –los vestidos, sombreros, zapatos,
adornos, etc. de damas y caballeros– y que es, más bien, una retórica
autosuficiente, autárquica, de gran originalidad e inventiva, cuya función
consiste en ‘mitificar’ la moda, rodeándola de una aureola fascinante e irreal.
Muchos de los lenguajes críticos de nuestro tiempo cumplen una función
parecida: crear mitologías, incrustar lo irreal en la realidad cotidiana,
añadir una dimensión imaginaria y fantástica a la experiencia de los hombres.
En contra de lo que piensan muchos intelectuales puritanos, convencidos de que
el hombre no debe distraerse jamás del mundo objetivo, de los problemas
tangibles y contables, de la HISTORIA con mayúsculas, yo pienso que esta actividad
–que por otra parte es la mía: fabricar ficciones– no tiene nada de
enajenadora. Que es, más bien, utilísima desde el punto de vista del individuo
y de la sociedad. Todo lo que tienda a activar la fantasía y la imaginación
humana es bueno. Todo lo que contribuya a estimular el apetito de la gente por
‘otro’ mundo, distinto de aquel en el que viven, es positivo, pues mantiene
viva la insatisfacción y la inconformidad, el deseo de cambio, que es el
combustible del progreso. Esta es la función principal de las ficciones en la
vida –de todas las ficciones, las de los libros y de las películas, las que se
cuentan y las que se cuenta uno mismo en la soledad de conciencia– y esto
explica, sin duda, la terca longevidad de la ficción en el curso de la
historia. Mientras haya ficciones habrá esperanza. Cuando desaparezcan, ya no
la habrá, pues la humanidad se habrá robotizado del todo.
Igual que la crítica de (sobre) modas, la crítica del
fútbol es también una formidable maquinaria creadora de mitos, un espléndido surtidor
de irrealidades que alimenta el apetito imaginario de vastas multitudes. Hasta
hace relativamente pocos años no lo era, pues los comentarios de fútbol en la
prensa, la radio y la televisión tenían un carácter realista, se limitaban a
cumplir el más mediocre cometido que cabe a la crítica: describir servilmente
la realidad, referir puntualmente las incidencias de un partido, informar con
objetividad –es decir, en un lenguaje invisible, transparente– sobre la
actuación de los jugadores. ¿Qué interés puede tener ese tipo de crítica
científica? En ese tiempo había que leer la crítica taurina. Era la
verdaderamente creativa, fantaseadora, con un vocabulario entre esotérico y
folclórico, capaz de perpetrar las cursilerías más encantadoras y de un humorismo
involuntario constante.
En nuestros días, gracias a la demanda multitudinaria
de ese público imantado por el fútbol, que quiere ver fútbol no solo en los
estadios sino también en los diarios, las radios, la televisión, la crítica del
balompié rompió ya con el realismo y accedió a ese estadio superior de la
escritura, que es la creación de mitos.
in temor a exagerar se puede decir que es regla casi
general que las páginas deportivas sean las más vitales e imaginativas de
diarios y revistas, aquellas en las que el periodista muestra una libertad y
una audacia estilística mayores. Lo mismo se puede decir del comentarista
radial de fútbol, que, si es bueno, va enriqueciendo con sus palabras aquello
que transmite, como un trovador medieval transformaba en sus versos los amores
o las batallas que cantaba. El comentarista de televisión, en cambio, está
embridado por la presencia de la imagen, que lo ata a la realidad del partido.
Estos periodistas deportivos, cuando son talentosos,
jamás describen un partido o radiografían el desempeño de un jugador: los
mitifican. Es decir, los sacan de su efímera, pasajera realidad concreta y los
instalan en la realidad permanente, intemporal e incorpórea de la ficción.
He aquí unos cuantos ejemplos, elegidos sin trampa en
los diarios a los que puedo echar mano en este estadio Balaídos de Vigo, donde
escribo estas líneas. Un periodista catalán, refiriendo el desempeño que tuvo
en el primer partido del Mundial ese arquero belga con nombre de cachetada
(Pfaff), lo define bellísimamente como “el portero de la vista agrimensora”. Un
crítico madrileño, por su parte, sintetiza con esta insuperable alegoría la
derrota argentina ante el equipo Belga: “Argentina murió al atardecer, en el
centro del campo. La magia de los campeones del mundo quedó atrapada por la
tela de araña roja tejida por los belgas en la zona entre áreas”.
Los árbitros, para otro comentarista, no castigan a
los jugadores: les “muestran la cartulina” o les señalan “el infamante camino
del camarín”. Un partido no es un partido, sino un pretexto para sugestivas
formulaciones retóricas, en las que la “visión práctica” y la “eficiencia
zonal” del “estratega” (entrenador) soviético se enfrentaron a la “filosofía de
inspiración individualista”, al “ritmo embrujante y mareador” del “once”
brasileño.
Se podría hacer una linda antología de críticas de
fútbol, mostrando cómo los periodistas-ficcionistas apelan, con instinto
poético envidiable, para describir los partidos, a los más diversos arsenales
retóricos, y que hay encuentros reseñados como un espectáculo musical, como una
comedia de disparates, como una tragedia griega, como una hazaña épica o como
una catástrofe militar. Gracias al fútbol, la literatura de ficción
contemporánea se ha enriquecido con un aporte tan simpático como inesperado:
las secciones deportivas de la prensa.
Jóvenes estudiantes de Literatura: para comprobar
prácticamente cómo la buena literatura transforma la experiencia real en mito,
¡lean las crónicas del fútbol!"
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