sábado, 15 de junio de 2013

LA CONFEDERACIONES ES UNA PRUEBA DE FUEGO PARA BRASIL, DENTRO Y FUERA DE CAMPO

En medio a protestas y críticas a la FIFA, al gobierno federal y a los gobiernos estaduales, comienza la Copa Confederaciones, que es un preámbulo a la Copa del Mundo que se jugará también en Brasil, el próximo año.
 
A la FIFA se le critica por su política de interferencia en asuntos internos y constitucionales brasileños, que van desde querer prohibir el medio ingreso para estudiantes y personas de la tercera edad, hasta por su ambiciosa forma de llevar ventaja económica en todo.
 
“La FIFA y las empresas patrocinadoras son las únicas que lucrarán con el evento”, afirman los críticos.
 
A los gobiernos se les critica, porque de cierta forma mintieron cuando afirmaron que para la Copa no usarían recursos del Estado; recursos del Estado fueron invertidos sí, y ya están bordeando los mil millones de dólares, principalmente en la construcción y reforma de estadios.
 
A ello se suma el incómodo para la presidenta Dilma Rousseff con la presencia de José Maria Marin en la presidencia de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF), conocido por su participación política como miembro de la Arena, partido político que dio sustento a la dictadura militar en las décadas del 60, 70 y 80. La presidenta hasta ahora se recusó a compartir espacio con Marin y no se sabe si lo hará en el acto inaugural.
 
Y tambén se suman las prisiones y heridas de ciudadanos y la prensa, gracias a la represión policial, creando un ambiente conturbado, como consecuencia del inconformismo y las manifestaciones espontaneas, sobre todo en Rio de Janeiro y São Paulo, contra el aumento del precio del pasaje en el transporte público.
 
Por el lado puramente futbolístico, surgieron los primeros problemas con relación a los escenarios deportivos para los entrenamientos de las selecciones visitantes. Itália no pudo iniciar sus entrenamientos, porque el estadio donde debería hacerlo está cerrado por orden judicial, acto que no fue avisado a la delegación azurra. Por su lado, Uruguay, por la voz de su capitán Diego Lugano, fue irónico y directo: “No queremos hotel 5 estrellas ni comida de primera calidad, queremos apenas una canchita para entrenar”.
 
Pero como el futbol acostumbra tapar los problemas sociales, no hay duda que la fiesta está garantizada. Y ella comenzará en el estadio “Mané Garrincha”, en la capital, Brasilia, cuando Brasil y Japón hagan el juego inaugural, a las 14h45 (hora boliviana) de este sábado, 15 de junio.
 
Como nunca, Brasil necessita vencer la competencia, porque se encuentra en descrédito con su hinchada y para recuperar prestigio muy abalado debido a su falta de conquistas.  “Es horrible cuando el equipo de la casa comienza un torneo perdiendo”, dijo Luiz Felipe Scolari, entrenador de Brasil, enviando una indirecta a sus pupilos.  

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