A la FIFA se le critica por
su política de interferencia en asuntos internos y constitucionales brasileños,
que van desde querer prohibir el medio ingreso para estudiantes y personas de
la tercera edad, hasta por su ambiciosa forma de llevar ventaja económica en
todo.
“La FIFA y las empresas
patrocinadoras son las únicas que lucrarán con el evento”, afirman los
críticos.
A los gobiernos se les
critica, porque de cierta forma mintieron cuando afirmaron que para la Copa no
usarían recursos del Estado; recursos del Estado fueron invertidos sí, y ya están
bordeando los mil millones de dólares, principalmente en la construcción y
reforma de estadios.
A ello se suma el incómodo
para la presidenta Dilma Rousseff con la presencia de José Maria Marin en la
presidencia de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF), conocido por su
participación política como miembro de la Arena, partido político que dio
sustento a la dictadura militar en las décadas del 60, 70 y 80. La presidenta hasta
ahora se recusó a compartir espacio con Marin y no se sabe si lo hará en el
acto inaugural.
Y tambén se suman las
prisiones y heridas de ciudadanos y la prensa, gracias a la represión policial, creando un
ambiente conturbado, como consecuencia del inconformismo y las manifestaciones espontaneas,
sobre todo en Rio de Janeiro y São Paulo, contra el aumento del precio del
pasaje en el transporte público.
Por el lado puramente
futbolístico, surgieron los primeros problemas con relación a los escenarios
deportivos para los entrenamientos de las selecciones visitantes. Itália no
pudo iniciar sus entrenamientos, porque el estadio donde debería hacerlo está cerrado
por orden judicial, acto que no fue avisado a la delegación azurra. Por su
lado, Uruguay, por la voz de su capitán Diego Lugano, fue irónico y directo: “No
queremos hotel 5 estrellas ni comida de primera calidad, queremos apenas una
canchita para entrenar”.
Pero como el futbol
acostumbra tapar los problemas sociales, no hay duda que la fiesta está
garantizada. Y ella comenzará en el estadio “Mané Garrincha”, en la capital,
Brasilia, cuando Brasil y Japón hagan el juego inaugural, a las 14h45 (hora
boliviana) de este sábado, 15 de junio.
Como nunca, Brasil necessita vencer la competencia, porque se encuentra en descrédito con su hinchada y para recuperar prestigio muy abalado debido a su falta de conquistas. “Es horrible cuando el
equipo de la casa comienza un torneo perdiendo”, dijo Luiz Felipe Scolari,
entrenador de Brasil, enviando una indirecta a sus pupilos.
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