Al fútbol boliviano le falta actualización científica
en la pedagogía del entrenamiento. Por
ello, jugadores como Alejandro Chumacero, pese a tener habilidades técnicas y
de poseer importantes características aeróbicas y anaeróbicas de resistencia, las
mismas no son coherentemente entrenadas para que se complementen con las
fuerzas rápida y explosiva, lo que redunda en deficiencia cuando toca enfrentar
durante 90 minutos a los adversarios del exterior.
Siempre dije que el hincha del fútbol, como todo
espectador, va a los estadios para ver un buen espectáculo porque paga su
entrada y cuando su equipo no juega
bien, tiene todo el derecho de reclamar. Derecho este que tiene sus limitaciones,
menos mal. Menos mal, porque entre esos derechos no está precisamente el de exigir
a un entrenador que coloque en el equipo a éste o aquél jugador. Quien juega o
no juega, ese sí, es un derecho del entrenador decidir, con todas las responsabilidades
que esa decisión implica.
En ese mismo sentido, el periodista deportivo tiene
todo el derecho de pedir un buen espectáculo (en el caso de los relatores,
reporteros y comentaristas), así como de exigir un buen comportamiento de todos
los que se encuentran envueltos con el fútbol. Pero ese derecho termina cuando
comienza la obligación de informar correctamente y sobre todo de saber que la
libertad de expresión y/o de opinión no significa interferir en el trabajo del
entrenador, sugiriendo, pidiendo, exigiendo, que éste o aquél jugador deba ser
o no ser titular.
La ciudad de Recife, en el noreste brasileño, está tan lejos, pero al mismo tiempo tan cerca
de nosotros bolivianos, que todo lo que acontezca con el jugador Alejandro
Chumacero será de interés público
nacional. Por eso el día a día del joven ex The Strongest en el Sport, puede traernos aprendizajes importantes tanto
para hinchas como para periodistas bolivianos.
Y quien se encargó de darnos la primera lección es el
entrenador del Sport de Recife, el experimentado Geninho (foto), que con una
declaración simple demostró cual debiera ser la cultura correcta en el fútbol
profesional brasileño y, claro, boliviano: “El día en que permita que la
hinchada y el periodismo deportivo me hagan el equipo, yo largo el fútbol”,
comentó el técnico.
Él se refería a las presiones, tanto de la hinchada
como de algunos periodistas deportivos recifenses, para que coloque al jugador
boliviano en el equipo titular.
“Tengo la plena seguridad de que quienes están
pidiendo a Chumacero en el equipo titular, no vieron dos partidos completos de
él. Entonces, ustedes de la prensa no tienen condiciones de hablar todo lo que
hablan respecto de Chumacero”, explicó Geninho a los periodistas.
Y ahí está el otro alerta para el fútbol boliviano, ya
que el entrenador brasileño y su cuerpo técnico, dieron a entender que Alejandro
Chumacero tiene grandes condiciones técnicas, pero no está físicamente (aún)
para aguantar 90 minutos en un fútbol altamente competitivo.
El episodio y las observaciones del entrenador brasileño
Geninho, con relación a Chumacero, reflejan la realidad del fútbol boliviano
que, para ser más sinceros y menos patriotas, debemos reconocer no está a la
misma altura del fútbol que se practica en otros países. El ejemplo más claro
es que en los torneos de la Liga Profesional del Fútbol Boliviano, Chumacero se
destacaba por ser uno de los que más corrían y ocupaban espacios dentro del
campo de juego.
El error está, creo, en que los jugadores bolivianos
como Alejandro Chumacero, pese a tener habilidades técnicas y a poseer
importantes características aeróbicas y anaeróbicas de resistencia, las mismas
no son coherentemente entrenadas para que se complementen con las fuerzas
rápida y explosiva, lo que redunda en deficiencia cuando toca enfrentar a los
adversarios del exterior. Al fútbol
boliviano le falta actualización científica en la pedagogía del entrenamiento.
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