Hay una enorme diferencia entre el hincha y el aficionado al fútbol.
Infelizmente, esa diferencia también divide a las personas en víctimas y victimarios.
Frecuentemente, las “víctimas del fútbol” son los aficionados, o sea, aquellas personas que van a los campos de fútbol simplemente para asistir a un espectáculo deportivo, como muchas personas van a ver una película, una pieza de teatro, un concierto.
Víctimas generalmente aparecen como consecuencia de la actividad de las llamadas “barras bravas” compuestas por sujetos bárbaros que aprovechan de las multitudes para mostrar su valentía.
El comportamiento antideportivo de estos malvividos hace con que simpatizar con un equipo se transforme en amenazar, agredir y matar en el nombre de una divisa deportiva.
Felizmente, el fútbol nacional aún no produjo su víctima fatal, pero, ojo, si no se da un freno a la actividad de las llamadas barras bravas, sobretodo en Santa Cruz de la Sierra, luego, luego, podremos lamentar lo peor.
Un ejemplo, en Oriente Petrolero, los barras tienen igual o mayor poder que los dirigentes, que permanentemente son agredidos verbalmente, así como los jugadores y entrenadores.
Para la agresión física falta poco, porque la intimidación ya existe hace mucho tiempo en el club orientista.
La truculencia de la hinchada organizada de Oriente puede ser vista, inclusive, en el, hasta ahora, fracazado proceso eleccionario.
Es necesario que la fiscalía General de la Nación pida la extinción de las barras bravas, como entidades organizadas, porque no son de utilidad pública y mucho menos deportiva.
La lucha contra la violencia en los estadios ya rindió tesis científicas y con muy buenos resultados en Brasil.
Es necesario dar seguridad para los aficionados en los campos de fútbol.
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