La Copa de Brasil llega a su final
cuyo premio principal es la participación cierta en la próxima Libertadores de
América.
Torneo que de un tiempo para acá,
adquirió súbito interés por parte del fútbol brasileño y sus más diversos
sectores.
Por el prestigio que representa y
porque, a la larga, significa sabrosos ingresos económicos oriundos de sponsors,
televisación, premios Conmebol, recaudaciones y venta de jugadores.
Sin embargo, los clubes vienen
exagerando en sus pretensiones y se están olvidando de que fútbol sin público
es igual a feijão (porotos) sin arroz, alimento base del ciudadano brasileño.
Pues resulta que el Flamengo, para
el partido de ida de la final de la Copa de Brasil, contra el Atlético Paraná, el
próximo día 27 de noviembre, anunció que el ingreso más barato al Maracaná será
de 250 reales, más o menos 108 dólares y el más caro, 800 reales, o sea, 345
dólares. (Para tener una idea, recordemos que el ingreso más barato en la UEFA Champions
League es de 210 reales, o 91 dólares).
Aquí se hace necesario recordar que
el sueldo básico en Brasil es de US$ 291,00 (678,00 Reales).
Señores, por más Arena Maracanã que
sea y por padrón Fifa que tenga, ese precio es una verdadera agresión al hincha
brasileño y sobre todo al aficionado flamenguista que es el mayor de Brasil.
En realidad, el fútbol brasileño se
inflacionó hace tiempo y los clubes, principales responsables por esa
situación, están cada vez más quebrados, con caja cero.
Pero, pese a ello, continúan cometiendo
absurdos, como el Corinthians, que pagó 40 millones de reales (17 millones de
dólares) por el pase de Pato, que poco o nada rindió en su retorno de Italia.
O para que entendamos un poco mejor,
el boliviano Marcelo Martins Moreno ganaba en el Gremio de Porto Alegre 500 mil
reales mensuales y el entrenador que lo dispensó, Vanderlei Luxemburgo recibía
700 reales.
Ambos se fueron a Flamengo y Fluminense,
respectivamente, ganando la mitad de esos valores. Hoy, el jugador amarga el
banco de suplentes en el Fla, y el entrenador acaba de ser dispensado por el
Flu. Pobrecitos.
Y pensar que el Maracanã es estatal
y fue reconstruido con dinero público.
Y pensar que por dádivas de la ley
brasileña (similar a la boliviana en este aspecto) los clubes de fútbol, por
estatutos, son entidades sin fines de lucro.
En tiempo de Copa del Mundo, está
más que en la hora de que el fútbol brasileño vuelva a ser popular y menos
elitista.
Y antes de que la población se levante, nuevamente.
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