En mis lecturas y pesquisas, encontré una joya;
imagen que la comparto con todos ustedes: Está ahí, sentadito, en medio de todas esas
personas, algunos sus compañeros de fútbol; tímido, como siempre fue y sin querer aparecer mucho, como era su
estilo, está el hombre que le dio otro sentido al futbol de Bolívar y al
balompié boliviano: Víctor Agustín Ugarte.
Llegó a La Paz, por acaso, y poco
tiempo después se tornó el foco que encendería la luz futbolera nacional, llamada “La Academia del Fútbol Boliviano”.
Fue la casualidad más feliz de Bolívar que
buscaba en Tupiza al jugador Justino Pacheco, otro fenomenal jugador tupizeño, que
ya había migrado al fútbol argentino.
Víctor Agustín Ugarte, uno de los tantos
potosinos ilustres que llegaron a la ciudad del Illimani, representante de una
casta que pocas veces aparecen para brillar en las canchas nacionales.
Tupizeño nacido con la gracia de tener arte en
su ser, como su paisano Alfredo Domínguez.
Si fue maestro con los pies vistiendo la casaca
celeste de Bolívar, lo fue también vistiendo la camisa verde de la selección
boliviana.
“El Maestro” estaba predestinado para ser el
autor del mayor autógrafo que guardamos todos los bolivianos y todas las
bolivianas, como símbolo del título más significativo del deporte nacional.
Tenía que ser el autor del último gol, el quinto y definitorio, en el histórico
5 a 4 contra Brasil, entrando a la historia del Félix Capriles de Cochabamba, en
la final del Campeonato Sudamericano, el 31 de Marzo del ´63.
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