jueves, 19 de septiembre de 2013

20 AÑOS



Siempre dije que si para el fútbol boliviano el trabajo de Azkargorta fue positivo desde el punto de vista futbolístico y clasificatorio a una Copa del Mundo, para el periodismo fue nefasto. La clasificación boliviana al Mundial del ´94 había traspasado los límites mismos del inconsciente colectivo del país, a tal punto, que el nombre  de Azkargorta era intocable, sagrado.

Trabajaba duro en la redacción del Diario Popular de São Paulo. Se jugaban las Eliminatorias Sudamericanas a la Copa del Mundo EEUU-94. Mi incumbencia era el otro grupo y no en el que estaban Bolivia y Brasil, junto a Uruguay, Venezuela y Ecuador.

El cuidado del jefe de redacción era obvio y profesional, al no ponerme a escribir sobre los dos países a los que me debía y me debo: Bolivia y Brasil. Pero lo dejé siempre claro: aprendí en la Facultad de Comunicaciones y Artes de la Universidad de São Paulo, a separar lo que son las emociones durante el trabajo periodístico, más aún en periodismo deportivo, donde, para trabajar, debemos sacarnos la camiseta, de un club o de un país. Es difícil, pero necesario.

Sin embargo, en una ocasión, al finalizar el expediente diario, pasada la media noche, durante el habitual coloquio “post laburo”, regado a unas cuantas antárcticas o brahamas, las bromas de mis colegas eran constantes, ya que la selección boliviana retornaba a La Paz llevándose 6 goles en su equipaje, después de la derrota frente a Brasil, en Recife. Me estaban dando la respuesta irónica, después de la derrota de Brasil para Bolivia, por 2 a 0, en La Paz,  el  25 de Julio de 1993, con goles de Etcheverry y Peña.

Desde esa data, a los brasileños nunca les interesó y no les interesa perder en La Paz, tan acostumbrados están a culpar a la altura por eventuales fracasos. Pero esa derrota les dolió mucho, porque Bolivia les quitó el invicto en partidos por Eliminatorias, ellos que participaron de todas las copas del mundo y buscaban (al final lo consiguieron el ´94) su cuarto campeonato.

De lejos, no tuve la oportunidad de compartir, el ´93,  la feliz sensación que representa ver a Bolivia clasificar a una Copa del Mundo por primera vez, en el campo de juego. Por lo tanto, para mí, en mi condición de ciudadano boliviano, quedó más marcada la conquista del ´63.

Sin embargo, como periodista, y en esa condición, impedido de confundirme con un hincha, acompañé la trayectoria de los dirigidos por Azkargorta, una vez alcanzada la clasificación.

AZKARGORTA PALABRA INTOCABLE

Me llamaba mucho la atención, y no era para menos, que toda la nación, por unanimidad, escogiera como el más nuevo héroe a Xavier Azkargorta. Su nombre era poco más que sagrado. Y eso lo sentí de muy cerca, porque, después de ser llamado por Toto Arévalo para que retorne al país y me haga cargo de la dirección de Radio Mundial, estuve también comentando para deporte total TV, los partidos amistosos de la selección boliviana, previos a la copa misma en EEUU.

Como no tengo la mínima vocación para patriotismos, mis comentarios eran objetivamente técnicos y tácticos. Me pareció siempre que para Azkargorta, el estar con la Verde en el Mundial ya significaba la gloria, y con razón.  Pero me parecía también que el equipo estaba siendo preparado para perder de poco, en vez de pensar en avanzar a la próxima fase; no acepté nunca, que cuando otros equipos jugaban con dos o tres hombres de ataque, Bolivia juegue con apenas un delantero fijo, sumido en el área grande adversaria.

Borja, Sandi, Quinteros, Rimba y Cristaldo, eran los cinco de la extrema línea defensiva; comprendía que la idea del entrenador era de que Borja, por la derecha, y Cristaldo, por la izquierda, tengan la incumbencia de sumarse al medio campo y apoyar al ataque junto con Erwin Sánchez, Julio C. Baldivieso y Milton Melgar, perfecto, entendí, pero esperaba que Álvaro Peña y Willam Ramalho estuvieran juntos en el ataque como en las eliminatorias; pero comprendí también, y eso me preocupaba, que, una vez clasificado, Azkargorta colocara solamente a un delantero en los amistosos, me parecía que con esa actitud el Bigotón estaba cuidando su imagen y no la del fútbol boliviano.  Eso lo comenté (y el tiempo me dio la razón).

Sin embargo, lo que a mí parecía ser lo correcto y ejercer mi derecho a la crítica como comentarista en Deporte Total, no era lo que pensaban los directores de la Canal 11. Grande fue mi sorpresa cuando una tarde, minutos antes de un juego amistoso de la selección de Azkargorta en el exterior, el director (sinceramente no recuerdo su nombre) de dicho canal me esperaba en la puerta del estudio  para decirme que si criticaba al equipo y a Azkargorta, sería mejor que no entre a comentar. No le respondí y me senté nomás al lado de Quique Rivera, que iría a relatar. Esa actitud la tomé, porque sabía que el programa Deporte Total no era un programa del canal, más bien, era una producción independiente.

O sea que la clasificación boliviana al Mundial del ´94 había traspasado los límites mismos del inconsciente colectivo del país, a tal punto, que el nombre  de Azkargorta era intocable, sagrado. En realidad, lo que pasaba en los medios de comunicación bolivianos era que sus departamentos de ventas aprovechaban la imagen de “bigotón” y la clasificación para vender sus progrmas, o sea que la crítica periodística al trabajo de la selección no era permitida, era descartada; el Marketing mandaba en las redacciones; la clasificación al Mundial estaba por encima de cualquier compromiso ético con la objetividad del análisis. A mí, quizás por culpa de mis entonces 21 años de vivencia en Brasil, me parecía todo un absurdo. Pero era verdad.

Por eso siempre dije que si para el fútbol boliviano el trabajo de Azkargorta fue positivo desde el punto de vista futbolístico y clasificatorio a una Copa del Mundo, para el periodismo fue nefasto, porque el propio vasco, pese a sus fracasos en Chile y Japón, alimentó desde el exterior ese estereotipo, amordazó a los políticos, a los empresarios de la comunicación y, triste, a la prensa, dando una falsa sensación de triunfo cuando en realidad lo que se estaba enraizando en el país era un falso triunfalismo. Porque el fútbol es tan dinámico en sus esquemas y sistemas tácticos, como lo es en su relación con el resto de la sociedad.

Nada se repite en el deporte y menos en el fútbol. Las circunstancias de la clasificación de hace 20 años eran unas y hoy son otras. Entonces, los discursos y las frases hechas “azkargortianas” que circunstancialmente fueron muy provechosos el ´93 y ´94, hoy no lo son más. Inclusive porque la suerte del vasco de encontrar una generación excepcional de futbolísticas el ´93, no se va a repetir tan fácilmente.  

El fútbol y el periodismo deportivo bolivianos, perdieron 20 años después de la ilusión que una Eliminatoria y dos partidos (Alemania y Corea) posibilitaron y hasta ahora cuesta recuperarlos.

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