Para un jugador que solamente marcó goles al final del campeonato.
Para un jugador que marca goles gracias a los compañeros que le sirven como garzones.
Para un jugador que se cree el mejor gracias a las débiles defensas que existen en el fútbol nacional. (Es tan fácil marcar goles por aquí, que tenemos, ¡!pasme!!, dos goleadores del mundo).
En fin, para un jugador que, por más uruguayo que sea, es un ilustre desconocido en el fútbol internacional.
Sería un absurdo que el fútbol boliviano, por más Bolívar que sea y por más política empresarial que lo administre, acepte pagar medio millón de dólares para renovar contrato.
Tengo certeza que el fútbol boliviano no tiene condiciones de pagar siquiera 50 mil dólares por un jugador.
Ferreira se llama el jugador y, nadie me saca de la cabeza, está siendo mal asesorado por aprovechadores que, bien vestidos, aparecen y fungen de empresarios.
Está bien, cada uno es libre de entregarse a los buitres, pero que no piense Ferreira que en Bolivia todos los que trabajan en fútbol son idiotas, por más dirigentes que sean.
No doy dos meses para que este señor Ferreira vuelva de cabeza gacha a Bolivia pidiendo empleo.
Como muchos jugadores extranjeros lo hicieron.
Al final, el fútbol boliviano es una especie de “cementerio de los elefantes” futboleros.
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