Pero ser vencedor (sinónimo de campeón) es
siempre bueno.
Y vencer en un futbol de medio porte como el
nuestro es siempre más difícil para todos los equipos lo que el mérito se hace
mayor. A comenzar las condiciones lamentables de los campos de juego que
perjudican la plasticidad y el desempeño de los jugadores.
Y no me refiero a los gramados de los principales
estadios del país (que pertenecen al Estado) que, de cierta forma, son hasta
aceptables. Hablo de las canchas donde los profesionales del futbol nacional
tienen que entrenar y donde los agujeros son disimulados por el césped elevado
y mal cuidado.
Estamos aún (en pleno Siglo XXI) viendo a jugadores de
clubes profesionales (por ser afiliados a Federación Boliviana de Fútbol)
cambiándose de atuendo para el trabajo, al borde de las canchas, porque sus
camarines no reúnen las mínimas condiciones y donde encontrar duchas con agua caliente
ya es un verdadero premio.
Hablar de campeón nacional es referirse al
mejor de todos los clubes profesionales y en este caso Bolívar es el mejor de
un futbol donde la miseria es latente.
Y ese, creo, es su mayor merito.
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