Después de superar dos enfermedades, el entrenador Gustavo Quinteros
reasumió la conducción de la selección nacional con vistas a los encuentros
contra las selecciones de Chile, el 2 de junio, y Paraguay, el 9 de junio.
Al contrario de sus rivales, Bolivia (Quinteros) no tiene ,
hoy, un equipo considerado titular.
Hay dudas en las tres líneas, comenzando en el arco.
Los periodistas deportivos, insisten en hacerle el equipo a Quinteros,
como si faltara asunto para informar y comentar.
Por el contrario, Xabier Askargorta (que aún vive de la fama
y del dinero que la clasificación boliviana al Mundial de EEUU-94 le dio), más contenido en sus declaraciones, se colocó
a las órdenes de Quinteros para “colaborar”.
Parece que estamos en el momento preciso de discutir y
analizar al fútbol nacional, recordando el pasado (Askargorta), viviendo el
presente (Askargorta) y pensando en el futuro (Askargorta).
No creo que el basco haya vuelto a Bolivia simplemente
porque está enamorado (dicen que se casará con una boliviana). Más bien, creo
que lo hizo porque sabe que hasta ahora, 18 años después, aún es un hombre
querido y respetado en Bolivia, un país
carente. Y eso, claro, redunda en ganancias económicas. Para él.
Así estamos. Sin renovación, sin perspectiva. Todavía
vivimos de la era Askargorta. Desde el Jefe del Estado, hasta el último hincha.
Y me pregunto: ¿Por qué Askargorta no asumió la dirección
técnica de la Selección, si es “el más indicado”?
Y no que no le hayan ofrecido el cargo.
Askargorta no asume porque sabe que hoy no existe la
casualidad (y causalidad) de haber jugadores que, sin ser brillantes, formaban
un bloque homogéneo, como fue el equipo del ´94.
El basco no es tonto, al contrario.
En realidad, no quiere “quemarse” porque significaría perder
su mina de oro.
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