viernes, 27 de junio de 2008

30 años de la Copa en la Argentina

Por SERGIO LEVINSKY*

Pasaron ya treinta años de aquel Mundial 1978 que le tocó organizar a la Argentina, y el ejercicio de la memoria para todos aquellos que hemos vivido en el país en esos días negros nos debe permitir reflexionar desde aquel contexto de muerte y censura que nos envolvía, para comprender que acaso junto a los Juegos Olímpicos de 1936, en el Berlín nazi de Adolf Hitler, fue el mayor intento de manipulación social que se conozca a partir de un hecho deportivo.

La dictadura militar que asoló al país entre 1976 y 1983, desde el mismo 24 de marzo del nefasto golpe al gobierno de María Estela Martínez de Perón, supo desde el primer instante que el fútbol ocuparía un lugar fundamental en el devenir de los años con su poder, porque su manipulación la ayudaría a perdurar y para poder cometer la masacre más grande que se recuerde entre argentinos, con un saldo de 30.000 desaparecidos, y 42.000 millones de dólares de una deuda externa que cuando asumió, apenas si estaba en los 8000.

Así fue que en medio de las marchas militares en la cadena nacional, se pudo ver el partido amistoso que la selección argentina jugaría en Chorzow, Polonia, ante el equipo local, por el Canal 7, o que también la primera reunión militar tuvo un duro debate entre la Marina y el Ejército para determinar cuál de las fuerzas se quedaría con el fútbol.

Al cabo, la Marina consolidaría su poder, quedándose con el correr de los meses con el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), una vez que fuera asesinado el general (elegido en tiempos democráticos) Omar Actis, cuando el dictador Jorge Rafael Videla intentó desviar como un crimen cometido por los Montoneros cuando está comprobado que fue un hecho provocado por la interna de ambas fuerzas armadas. En el libro que lleva como sugestivo título "Almirante Lacoste, ¿quién mató al general Actis?", Eugenio Méndez demuestra cómo el procedimiento de ese asesinato no tenía ninguna relación con la guerrilla urbana.

A partir de ese momento, y ya con el ex contraalmirante Lacoste en el poder del EAM 78 como vicepresidente detrás del general Antonio Merlo, comenzó a fraguarse lo más duro de la organización del Mundial 78, y hasta varios testigos indican que la nueva conducción de la AFA, con Alfredo Cantilo como mandatario, fue "sugerida" a punta de pistola, y con todos los dirigentes levantando la mano sin chistar.

Ese Mundial se jugó con tantas irregularidades deportivas y políticas, que este artículo no alcanzaría a contar ni si tuviera el espacio de todo el periódico de hoy, pero de sólo pensar que a escasas cuadras del estadio Monumental, en el que los hinchas argentinos festejaban cada gol de la selección de César Luis Menotti, se torturaba gente en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) ya eso solo significaba un escándalo internacional, aunque todo estuvo tapado por la censura mediática y los argentinos no tuvieron acceso a la información veraz de lo que ocurría, aunque en el exterior tanto argentinos como extranjeros intentaron organizar distintas acciones que en el país fueron tachadas de "campaña antiargentina".
Desde jugadores de importantes seleccionados que se negaron a venir al país y los que intentaron acercarse a las Madres de Plaza de Mayo (como el arquero sueco Hellstrom), desde recomendaciones de embajadas en la Argentina para que periodistas de muchos países no asistieran, hasta aquellos cronistas que tenían que escribir sus notas en códigos (por ejemplo, este periodista pudo dialogar en Ámsterdam con un enviado al Mundial que justamente trabajó en Mendoza y que para pasar la censura colocaba nombres de jugadores holandeses para referirse a Videla, Massera, Agosti o Lacoste), hasta rumores de doping y de partidos arreglados, y hasta un atentado en la casa de Juan Alemann, economista conservador, pero crítico de la organización del Mundial, justo con el cuarto gol de Argentina a Perú, todo fue irregular, y todo da para seguir intentando investigar los hechos, no dejarlos pasar.

La aparición de un nuevo libro en Colombia ("El hijo del ajedrecista II", de Fernando Rodríguez Mondragón), que revela cómo se habría comprado el partido ante Perú por parte de miembros del EAM 78 en una reunión en Colombia, el propio ingreso de Videla al vestuario peruano en Rosario antes de ese partido decisivo, son otros condimentos, como el que una vez contó también a este cronista el notable periodista, ya fallecido, José María Suárez, "Walter Clos". Un día en la esquina de la AFA, Suárez tomaba café con un ex dirigente de San Lorenzo, y al preguntarle con sorna "para cuándo el monumento a los campeones del mundo", aquél respondió indignado: "ah, si, ¿y a nosotros, qué? ¿o quiénes cambiaban los frasquitos del antidoping?".

Pero más allá de preguntas sin respuestas en el terreno deportivo, el Mundial 78 y su enorme manipulación sirvió para que la dictadura continuara, para transmitir al exterior imágenes de un país "alegre" y que nada parecía saber ni ocurrir en cuanto a violaciones de Derechos Humanos. Por ese tiempo, según aquel slogan, fuimos derechos y humanos, mientras, desesperados, cientos de miles de familiares buscaban a sus seres queridos, no sólo sin poder encontrarlos, sino que aquellos que debían darles respuestas eran los mismos que se los habían llevado. Como bien caracterizó Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos del actual gobierno, se trató del "Estado terrorista argentino".

Fue cuando la pelota se lo tragó todo, como dice León Gieco en su sabia canción sobre la memoria.

Pasaron 30 años, y más allá de aquella gran final en la que la selección argentina levantó la Copa del Mundo por primera vez, con los asesinos levantando el pulgar en un palco ensangrentado, y a un muy buen equipo que no por eso dejó de desplegar un gran fútbol, quedan muchísimos temas para seguir reflexionando, analizando e investigando, para que todo lo que allí ocurrió no quede impune.

http://sergiol-nimasnimenos.blogspot.com/

*Sergio Levinsky es periodista y sociólogo argentino.

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