viernes, 19 de julio de 2013

EL CLUB BOLÍVAR Y LAS ENSEÑANZAS DE UN TORNEO SIN IMPORTANCIA


Siempre fui un convencido de que para ser periodista deportivo y dedicarse a comentarista, es necesario, literalmente, “estar en la piel de jugadores y entrenadores”, o sea, entender que no es fácil defender, armar,  atacar y, sobre todo, marcar un gol.

Asistiendo fuera de las cuatro líneas, es muy cómodo para nosotros opinar y criticar cuando un jugador no está rindiendo bien o cuando un entrenador toma decisiones en el transcurso del cotejo.

A veces, los periodistas nos comportamos como verdaderos hinchas y no como profesionales de la información dándonos libertades que no nos corresponden, al querer “ser la voz de la hinchada”, como si ésta nos hubiera extendido un poder para representarla.

En el cotejo entre Bolívar (0) x Wilstermann (4), la hinchada bolivarista fustigó al joven golero Quiñones durante casi todo el cotejo, exigiendo su cambio, culpándolo por la pésima presentación del equipo.

Para garantizar su audiencia, periodistas comentaristas se apresuraron a sumarse a las acusaciones de la hinchada celeste, olvidándose que también viven gracias a la existencia de los jugadores de fútbol.  

Señores, hay una cosa básica en el fútbol: cuando el ataque deja que el adversario salga jugando con balón dominado, recarga el trabajo del medio campo que, si no marca, individual o colectivamente a presión, dificultará el trabajo de la línea defensiva, que si no está bien entrenada para la cobertura o la línea de impedimento, ciertamente pasará dificultades.

Noten que el arquero es el último hombre a ser culpado por un resultado, a no ser que tenga falla individual.

¿Y la hinchada tiene la obligación de saber eso? NO, claro que no. Los hinchas no son por acaso llamados de aficionados.

Pero los periodistas tenemos, SÍ,  la obligación de entender esas situaciones que en lenguaje futbolístico son conocidas como tácticas, esquemáticas o sistemáticas, dos cosas, a proposito, totalmente diferentes.

Y el entrenador Portugal de Bolívar, claro, entendió perfectamente lo que su equipo estaba pasando, no atendió a la hinchada, tomó una decisión muy profesional y, sobretodo, de respeto al ser humano: dejó al arquero Quiñones en cancha no solo porque sabía que no era el culpado por el resultado, mas, precisamente, porque lo más importante era preservar la carrera del portero académico.

Al final, en la decisión, al defender tres penales, el crucificado Quiñoes agradeció la confianza de su entrenador, calló a la hinchada bolivarista y dio una lección a los periodistas deportivos bolivianos.

Resultado: Bolívar en la final de un torneo sin ninguna importancia, pero que, por las situaciones como las que nos ocupa en este post, a veces sirve para acrecentar algo a la cultura futbolística.  

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