sábado, 11 de agosto de 2012

¿DÓNDE ANDA LA ALEGRÍA DEL FUTBOL BRASILEÑO?


El futbol brasileño está en los campos de tierra de los barrios de ese inmenso país.



O sea, se quedó en casa, no fue a Londres.



El grupo de jugadores brasileños presentes en los Juegos Olímpicos, fue exactamente eso, un grupo, que está reunido para cumplir un compromiso, burocráticamente. Un grupo formado por individuos  que no tuvieron respetadas sus individualidades por el entrenador Mano Menezes que privó al futbol brasileño de colocar en campo su alegría musical.



Ya durante la preparación del equipo, Menezes escribio la partitura quitándole a Neymar el bailado de sus pies, ese bailado que hizo de ese joven una réplica de Garrincha en campo, con gambetas desconcertantes, con los cortes para afuera, para adentro, con sus piques sorpresivos, con sus paradas más sorprendentes aún; con esa “indisciplina” que solo a los grandes les es permitida dentro de la cancha.   



No, el entrenador brasileño, acompañado por algunos opinadores brasileños, pidió a Neymar que dejara la individualidad en nombre del colectivo.



Se equivocaron, porque una selección de futbol es la suma de talentos individuales con libertad para mostrar en la cancha todos los argumentos técnicos que Dios les dio. Sin privaciones.



Ningún entrenador o periodista tiene el derecho de pedir que un jugador deje en el camarín la libertad de realizar lo que saber hacer: jugar al futbol con alegría, con emoción.



El futbol  brasileño necesita volver a sus orígenes.     




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