Esta es una carta escrita por el hincha
de River Plate Javier García (me imagino que en sus horas de trabajo es
periodista) dirigida a Román Riquelme, después de que éste anunciara su despedida
de Boca Jr.
Texto retóricamente delicioso que quiero
compartir con ustedes.
Para Román:
Alivio. Esa fue la primera sensación que
me embargó cuando me enteré de la noticia de tu alejamiento de Boca. Soy muy
hincha de River, como vos de Boca. Tu etapa de gloria y triunfo coincidio con
la de River de ostracismo y oscuridad. ¿Cómo no querés que me alivie?. Después
podemos hablar de vos como futbolista. ¿Sabes cuantas veces te dije pecho frío?
¿Tristelme? ¿Freezelme y demás apodos que parió la rivalidad futbolística?
Pufff, miles. ¿Me podés culpar? Yo creo que no.
Ayer dijiste a la prensa y al Mundo Boca
“Naci bostero y voy a morir bostero“. Bueno yo nací Gallina y voy a morir
Gallina. Lo llevo en el ADN. Creí que, en ese mismo combo, venía el no saber
disfrutarte. En realidad, fue una consecuencia de mi amor por la banda roja.
Siempre, siempre, contra nosotros, la rompiste, nos hacias goles, dabas
asistencias o clavabas tiros libres. Vos y tus “amigos” Palermo y Guillermo.
Ustedes tres son para mí la “muestra gratis” de este Boca ganador de todo.
Pero con vos, Román, pasa algo distinto.
Te puteé hasta el cansancio cuando dejaste la Selección por tu mamá. Me diste
la excusa para poder decir “Vieron, ¿Tan grande es? ¡Cómo vas a renunciar a la
Selección!”. Lo hiciste por una segunda vez, cuando el único jugador más grande
que vos (Diego) te criticó por tevé y te volviste a ir. Volví a criticarte.
“¿Cómo vas a renunciar dos veces?” También me mofé de aquel año en que te
lesionaste cada dos por tres, incluyendo tu pedido de cambio en el Monumental a
los 5′ de juego y grité, a viva voz, desde la San Martín Baja “Se cagó,
Riquelme se cagó”.
Lo bueno es que la pelota da vueltas y
que uno puede aceptar un error. Que dejes a Boca no me alegra, si me alivia. Y
si me causa esa sensación es porque indudablemente fuiste grande. Porque así
como para los hinchas de Boca tu nombre es sinónimo de grandeza y triunfos,
para mí, tu nombre, es sinónimo de martirio futbolístico. Te vi meterme varios
goles, o propiciando otros tantos. También te vi salir derrotado de mi cancha.
Me autoimpuse el no disfrutarte. ¿Cómo
iba a disfrutar yo de un ídolo de Boca? ¿En qué cabeza cabía? No podía tampoco
ignorarte. Sos demasiado grande para que a cualquiera que le guste el fútbol le
pases desapercibido. Entonces, me debí conformar con la tercera opción: Te
padecí. Viví todos tus años en Boca con la sensación, inenarrable que la
victoria Xeneize era posible en cualquier lugar, circunstancia o momento si el
Diez era Juan Román Riquelme. Muchas
veces fue así. Ayer, por suerte, no.
Soy periodista, además de hincha de
River. No comulgó con tus endiosadores, para mí ningún jugador de fútbol merece
ser subido a semejante púlpito -aunque me tenté de hacerlo con Ortega, el Enzo
y, los últimos seis meses, con Trezeguet- pero los entiendo. Inmediatamente me
pregunto. ¿Y si hubieses jugado en River? Probablemente te amaría y te
idolatraría aún más que tus endiosadores. Pero no puedo. No debo. Y, para qué
negarlo, no quiero.
¿Me perdí un jugador de enormes
características? No, para nada. Te vi igual. Te sufrí igual y, porque no
decirlo, cuando jugaste en Villareal o en la Selección e incluso te disfruté
cuando eras vos el que le pasaba la pelota a Javier Saviola para que hiciera
los goles en el Barcelona. ¿Sabes cuantas veces saqué a relucir el penal que
erraste con Villareal como carta de que no eras perfecto? Miles. Convengamos
que no había muchas manchas en tu carrera. La realidad es que lo grosso fue
haber llevado a un equipo inexistente como el Submarino hasta ahí. Ahora te lo
puedo decir, ya no jugas más para ellos, pese a que siempre serás uno de ellos.
Respeto a Boca como rival. No lo
disfruto, ni mucho menos lo ensalzó. Son la némesis. Para mí, Boca es lo que
está mal, lo impuro, lo indigno, todo lo contrario a lo que yo quiero en esta
vida futbolística. Pero vos…Con vos tuve y tengo un dilema. ¡Estas cortado por
la tijera riverplatense, Román! Los lujos, la exquisitez, ser un diez
excelso…Eso es de nuestra escuela. Allá reinaban la garra, los huevos, el ganar
como sea, ganar clásicos colgados del travesaño. ¿Cómo podía ser que Boca
tuviera al mejor jugador de los últimos 10-15 años del fútbol argentino en la
Ribera? Era imposible. Ese era River.
Vos cambiaste el paradigma. Más allá de
los Rojitas, Márcico, Mastrángelo y el propio Maradona, vos les cambiaste el
paladar a ellos. Vos les demostraste que al fútbol también se juega lindo. Les
abriste los ojos. Les mostraste el fútbol que a mi me inculcaron desde pendejo,
ese que viene con la herencia Gallina de mi viejo. ¡Cómo no te van a amar! Les
mostraste un mundo perfecto. Si yo fuera ellos también te amaría.
Pero no soy ellos. No te amo. Ni te
quiero. Pero te respeto. Como vos a River. Si hay alguien que tuvo y tendrá
motivos y espalda para bardear a River ese serás vos. Ni el bocón de Bermúdez,
ni Maradona con toda su leyenda, ni siquiera Palermo. El tipo que más hizo
padecer a River fuiste vos. Vos y el guante en la derecha. Vos y esa velocidad
distinta para jugar a la pelota. Vos y ese amor por la clase, el juego y el
estilo. ¿Y sabes qué? Jamás te vi injuriar a River. Al menos no en los medios,
no ante la opinión pública. Siempre te ví, incluso, tirar buena onda. “River
tiene que ascender”, “Extraño el Superclásico” y más frases del estilo. ¿Cómo
no voy a respetarte? Eso sí que no. Eso te lo ganaste. Y fijate si serás grande
que ni ellos, en todo el odio que nos tienen porque así fuimos concebidos,
fueron capaces de jamás decirte nada por tirar buenas ondas para River. Es que
fuiste tan grande en la historia de Boca. El más grande, sin dudas.
Yo amo a Ortega. Amo a Francescoli. Mis
viejos y los libros me enseñaron a amar a Ángel Labruna, me explicaron que es
La Máquina y me dicen porque, por ejemplo, Matías Almeyda no es ídolo. A vos no
te puedo ni siquiera tomar cariño. No me lo permito. Sos de ellos. Sos bostero.
Sos de la contra. Pero sos un tremendo jugador de fútbol. De los mejores que ha
existido y, pese a no disfrutarte por lo anteriormente expuesto, sí tuve la
suerte de verte en la cancha, como a Orteguita, por ejemplo.
Chau Román. Gracias a Dios ya no jugas
más en Boca. Ya no me vas a hacer padecer más. Quizás ahora sí, en algún rincón
de YouTube, en las palabras con mis amigos bosteros o incluso si te veo jugando
en algún lado pueda disfrutarte. Antes no pude. Sabrás entender el porque. Nos
vemos, nos seguiremos viendo cada vez que se crucen en una cancha una camiseta
blanca con una banda roja y una azul con una franja horizontal amarilla.
Después de todo, vos naciste y morirás bostero y yo nací y moriré Gallina. De
todas maneras, hoy me tomó una licencia de rivalidades y te digo: gracias por
el fútbol.
Ahora, sí, seguimos siendo rivales.
Porque así nos manda la historia y este maravilloso deporte llamado fútbol.
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