Tiene que probar que es un entrenador de futbol y no simplemente un especialista en retórica.
Tiene que
mostrar a los bolivianos que sabe realmente de futbol.
Debe justificar
al país el por qué gana más que el presidente del Estado.
Para eso
simplemente tendrá que ganar los juegos que le resta a la selección boliviana como
local, nada más que eso. O sea, confirmar que su fama no fue por acaso.
Y, ojo,
siquiera estamos esperando que clasifique a la Copa de Brasil-2014.
Que todo lo
que representa para los bolivianos no fue gracias a la feliz coincidencia de haber
encontrado una generación homogénea de jugadores arriba de la media en 1993 y,
sí, a su trabajo.
Hoy,
Azkargorta se coloca como la “estrella” de la selección debido a la mediocridad
de futbolistas existentes en el país. Lo que no es nada bueno para el futbol
nacional.
Azkargorta sabía,
y la pensó muy bien, que el único país en donde podía darse el lujo de ganar 25
mil dólares por mes, ese país se llama
Bolivia, porque sabe que Bolivia vive de recuerdos, vive de sueños.
Si
Azkargorta es un buen entrenador estaría pues trabajando en el futbol más
competitivo del momento que se encuentra, por coincidencia, en España, donde
nació.
Si
Azkargorta fuese lo que Evo Morales y los dirigentes del futbol nacional creen
que es, hubiera triunfado en la selección chilena, en el Yokohama de Japón y el
Chivas Guadalajara de México en donde no ganó absolutamente nada.
Lo absurdo
de todo es que en el país sudamericano cuyo futbol es uno de los últimos y el
primero en pobreza, se dan el lujo de contratar un entrenador de futbol con un sueldo
mayor que el del presidente del Estado.
Triste e
irónica coincidencia.
A propósito,
experto, Azkargorta esperó el momento propicio para aceptar el cargo, porque si
no clasifica dirá que asumió tarde, por lo tanto la culpa será de Quinteros.
En el
fondo, Azkargorta está cuidando de su propia vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario