Los clubes de fútbol, en Bolivia o en cualquier parte del mundo, son entidades privadas y como tales tienen sus propias normas internas. Normas que tienen que ser respetadas por propios y extraños.
Con excepción de los juegos oficiales que por su carácter de espectáculos públicos y pagados pueden y deben ser objeto de reportaje, la preparación y entrenamiento previos son de cuño íntimo, por lo tanto, privado.
Como todas las personas públicas (políticos y artistas, por ejemplo), los jugadores de fútbol, sus dirigentes y entrenadores, son pasibles de ser noticia, desde que públicamente sean notados en actitudes buenas o malas.
Sin embargo, como seres humanos, estos mismos personajes y las instituciones a las que se deben o representan, no tienen obligación (a no ser de común acuerdo con los medios de comunicación) de conceder entrevistas exclusivas o colectivas.
En la actividad futbolística propiamente dicha, es común que las instituciones deportivas del mundo estipulen normas para la presencia de periodistas en sus instalaciones, marcando días, horarios y forma, para la cobertura periodística. Es su derecho y cabe a los profesionales de la información aceptarlas.
Porque los periodistas no pueden es intentar vulnerar esas normas en el nombre de la noticia, ya estarían desrespetando derechos de individuos e instituciones. Sería lo mismo que aceptar que jugadores, entrenadores y dirigentes interfieran en las funciones del periodista en lo que respecta al tratamiento de la noticia.
Ambos grupos no pueden mantener una relación en base al trueque de favores, es falta de respeto mutuo. Los dirigentes de clubes pecan al “donar”, por ejemplo, entradas para que los programas deportivos sorteen entre los oyentes, tele espectadores o lectores, y los periodistas, peor, no solo pierden independencia al recibir esas donaciones, como también vulneran la llamada y necesaria “cláusula de conciencia”.
En lugar de defender corporativamente sus propios intereses y "verdades", lo más correcto sería que periodistas y el club Bolívar mantengan una relación profesional y ética. La relación íntima, caso exista, debe ser dejada para momentos en que no se está en el ejercicio profesional.
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