lunes, 8 de septiembre de 2008

Bolivia es un país triste


Los resultados no interesan más. El fútbol boliviano es tan mediocre, que ya nadie espera una victoria.

No creo que haya en el país alguien que espere una clasificación a la Copa de Sudáfrica 2010.

Nuestro fútbol no es competitivo, está por debajo del fútbol practicado en otros países.

Basta ver lo que se juega en la Liga del Fútbol “Profesional” Boliviano. Son juegos sin trascendencia, sin alegría, sin técnica, sin (con raras excepciones) táctica.

Imagínense, Pablo Escobar, un buen hombre paraguayo, se naturalizó boliviano y en seguida fue convocado a la Selección.

Es una muestra de la carencia de jugadores nacionales.

Escobar, buen jugador, buen ciudadano, buena persona, siquiera pudo quedarse en el Cerro Porteño de Paraguay, y es “estrella” en Bolivia. Ojala le vaya mejor en Brasil, ojala.

Participamos en torneos oficiales internacionales, para decir que estamos presentes, nada más que eso.

En los Juegos Olímpicos hicimos el ridículo y lo mismo estamos haciendo en las Eliminatorias.

¿Hasta cuando vamos a vivir en el limbo? ¿Cuándo vamos a pisar la tierra y darnos cuenta que somos limitados deportivamente?

Y todavía queremos defender lo indefendible, cuando disimulamos o queremos disimular que la altura es la única ventaja que tenemos con relación a los adversarios.

Y siquiera sabemos utilizar esa ventaja.

Eso no quiere decir que tengamos que renunciar al derecho que nos asiste de jugar en La Paz, pero seamos sinceros con nosotros mismos y sepamos reconocer esa nuestra ventaja. Y utilicémosla debidamente.

La selección boliviana está en el centro de las atenciones de las otras selecciones, porque saben que es significado de puntos a ser conquistados con una cierta certeza. Jugando en La Paz o el exterior.

A pesar de todo ello, respeto mucho la alegría del hincha nacional por su inmenso cariño y apoyo a la Selección.

El hincha sabe que el fútbol y una eventual buena presentación de la Selección son dos de las poquísimas posibilidades de tener alegría. Pero para ello, dependemos de una mala presentación de los adversarios. Ya no dependemos de nosotros mismos, lo que es una triste realidad.

Espero no pasar vergüenza en Río de Janeiro, cuando enfrentemos a Brasil el próximo miércoles.

Nuestro problema es cultural, es el reflejo del resto de la sociedad, en donde pocas personas se sienten dueñas del país.

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